viernes, 28 de octubre de 2011

Disolución, ya

Leo y escucho que ETA debe disolverse, que sus miembros se tienen que entregar con todo su armamento. Me parece razonable. Pero no podemos esperar que los miembros de ETA hoy en la clandestinidad aparezcan esta tarde en la gendarmería de Baiona con un camión lleno de explosivos, pistolas y subfusiles, preguntando donde dejan todo.

No hace tanto tiempo, cuando todavía ETA no había renunciado a condicionar el cese de su actividad a una negociación política, una respuesta muy recurrente era que lo que único que había que hablar con ETA era donde entregaban las armas y qué se hacía con sus presos. Estamos en ese punto.

Supongo que a Zapatero y a Rajoy les habrán traducido el artículo de Tony Blair en el New York Times. Decía simplemente que el dialogo entre el Gobierno español y ETA es necesario para que ETA desaparezca como organización militar. Blair no ha inventado nada. Es una obviedad.

Una vez que han decidido no actuar nunca más, supongo que incluso los militantes de ETA hoy en la clandestinidad desean que ese diálogo les lleve cuanto antes a la disolución y les permita volver a casa, a ellos y, antes o despues, también a los presos y refugiados.

Por eso, cada vez que alguien pide que ETA se disuelva ya, yo entiendo que está pidiendo al Gobierno, como lo hizo Tony Blair, que inicie conversaciones directas con ETA ya.

jueves, 13 de octubre de 2011

El iceberg asoma

Escribe Pello Urzelai, analista político de Berria, que la conferencia de paz de este lunes no es un meteorito caído del cielo, que es el fruto de mucho trabajo de cocina, y un hito que anuncia una nueva fase. No lo dudo.

Releo los borradores del acuerdo que los negociadores de Loiola estuvieron a punto de rubricar en el 2006, y veo que preveían realizar una conferencia de paz pública, una vez que los partidos negociadores hubieran alcanzado un preacuerdo secreto. En este preacuerdo previo se incluiría el documento de las conclusiones finales de la conferencia, que sería, a su vez, el punto de partida de un diálogo multipartito más amplio. Es evidente que lo de ahora no es ni de lejos el calco de aquello, pero nos puede dar pistas de lo que puede estar sucediendo en la trastienda.

Ni dispongo de fuentes privilegiadas ni conozco a nadie que, aquí en el oeste americano, me pueda contar las interioridades de lo que está pasando realmente. Pero no hace falta estar en la pomada para intuir que esta conferencia, lejos de ser un meteorito, es la punta de lo que puede ser un gran iceberg.

Voy a quedarme un rato más en los Estados Unidos y me temo que voy a tener que seguir desde la distancia acontecimientos que, esta vez sí, pueden ser históricos. Pero si estuviese en mi tierra, lo último que haría es coger un avión y cruzar el Atlántico justo ahora.

jueves, 6 de octubre de 2011

La ola de Wall Street

Incluso en este rincón perdido de los Estados Unidos suceden a veces cosas que merecen ser contadas.

El padre biológico de Steve Jobs, el fundador de Apple recientemente fallecido, vive en Reno. El emigrante sirio John Jandali y su pareja de entonces tuvieron a Steve cuando todavía eran estudiantes, y lo dieron en adopción. Desde entonces, padre e hijo no han tenido ninguna relación. “No tengo nada que decir”, ha respondido al periodista que buscaba la exclusiva de sus lloros.

Otra exclusiva desde Reno. La ola de los indignados de Wall Street ha atravesado América de este a oeste. Más de un centenar de personas se ha concentrado en el campus universitario para mostrar su rabia contra la dictadura de las grandes corporaciones. Un joven, megáfono en mano, ha asegurado que acaba de retirar todo su dinero del banco. Otro, que ha dejado su empleo en la banca, harto de ser partícipe en el desahucio de viviendas. Uno de los más veteranos ha advertido a los mas jóvenes que algunos de ellos serán en el futuro dirigentes políticos o empresarios, quizás millonarios, y que entonces se olvidarán de lo que han dicho y escuchado en esta concentración. Esta intervención, quizás la más realista, también ha sido aplaudida.

Pero ha merecido la pena, aunque solo sea por la esperanza de que algunos, quizás entre ellos los Steve Jobs del futuro, no van a olvidar del todo las razonables reivindicaciones de justicia social que están aflorando, inexperadamente, en el corazón de este capitalismo tan inhumano.