Los académicos estadounidenses Seth Jones y Martin Libicki
publicaron hace cuatro años un libro titulado Como terminan los grupos terroristas. En el libro analizan la
evolución de 648 organizaciones que han practicado la lucha armada desde 1968,
y estudian cómo y por qué han dejado de existir la mayoría de ellas.
Según sus conclusiones, un 43% de los casos
estudiados ha abandonado los métodos violentos para apostar por la acción
política no violenta. Explican que, en su mayoría, han optado por la política como
consecuencia de un diálogo y un acuerdo con el gobierno al que se han
enfrentado. Pero advierten que el diálogo previo no es una condición necesaria:
hay organizaciones que, sin haber llegado a ningún pacto con el gobierno, han
decidido dejarlo basándose en un cálculo de costes y beneficios. Es decir, han
concluido que los métodos no violentos tienen menos costes y más beneficios,
sobre todo en términos políticos.
En estos casos, el dialogo y las medidas para
facilitar la transición hacia la política vienen después. Pero vienen. Porque
el final de una organización clandestina que ha decidido dejar las armas requiere
un diálogo que determine el modo de hacerlo para que la transición a la vida
civil y política sea efectiva.
No creo que haga falta recomendarle ningún libro ni
al presidente del gobierno español ni a su ministro del Interior. También ellos
lo saben.
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