sábado, 9 de octubre de 2010

Confesiones

No hace falta estudiar leyes para saber que un detenido tiene derecho a permanecer en silencio. Basta con haber visto algunas películas americanas. Pero quien sabe de leyes sabe que la Constitución española y la Ley de Enjuiciamiento Criminal reconocen a todo detenido, explícitamente, el derecho a no responder y el derecho a no declararse culpable. Con la ley en la mano, me pregunto del por qué de esa extraña tendencia a la autoinculpación de algunos de los detenidos.

Es el caso de los presuntos miembros de ETA Xabier Atristrain y Juan Carlos Besance, incomunicados durante cinco días en manos de la Guardia Civil. Tenían derecho a permanecer en silencio, pero han preferido relatar a sus interrogadores, con pelos y señales, donde, cuando, como y con quien se entrenaron en Venezuela. Y han tenido la amabilidad de indicar donde habían escondido las armas y explosivos que la Guardia Civil no había podido hallar en los primeros registros. Extrañamente, no quisieron hacer ninguna declaración ante el juez, después de haberse mostrado tan elocuentes ante los mas que eficaces interrogadores de la Guardia Civil.

No hacía falta leer los crudos testimonios de los dos detenidos sobre el trato recibido durante el periodo de incomunicación, para imaginar la oscura realidad que se esconde tras estos asombrosos casos de confesiones voluntarias.

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