viernes, 15 de octubre de 2010

Dinastías

Dice mi abuela, que cuenta ya con 101 años de sabiduría, que es lamentable que con tanto adelanto tecnológico siga habiendo tanto sufrimiento, tantos conflictos, tantas guerras. Hainbeste adelantu, eta alperrik, acostumbra a decir. Pero, por una vez, ha podido reconciliarse con el progreso, al ver a los mineros de San José salir sanos y salvos desde las profundidades de la tierra, dentro de la cápsula Fénix.

Pero el progreso tecnológico no siempre sirve para evitar desgracias. También sirve para causarlas. Si no estuviésemos acostumbrados a casi todo, los desfiles militares de la España una, grande y libre nos deberían dejar perplejos. Por que, en realidad, no son más que obscenos alardes de modernas máquinas de matar: ametralladoras, tanques y cazas bombarderos de última generación, convertidos en iconos de la alegre Fiesta Nacional de un País democrático. Viva la muerte, como diría el general Millan Astray, fundador de la Legión.

Alguien ha podido tener la tentación de compararlo con el desfile, también militar, de Corea del Norte, celebrado pocos días antes. Pero aquello es otra cosa. Rinden pleitesía a un jefe de Estado, que ostenta ese cargo por criterios dinásticos  y por haberlo decidido así el anterior jefe de Estado, y que acude a la tribuna acompañado del joven heredero, que algún día llegará a ser jefe de Estado por el simple hecho de ser su hijo menor.

Lo dicho, nada que ver.

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