Antes
del apogeo del movimiento de las ikastolas en los años 60 en
la que participó muchísima gente, unos pocos
habían dado ya los primeros pasos. Por ejemplo, Karmele Esnal.
Fundó su propia ikastola en el año 1955 en la calle Pedro Egaña de Donostia. Un año antes había realizado prácticas
en la ikastola de Elbira Zipitria en la parte vieja donostiarra, y decidió seguir los pasos de su maestra. Inauguró su
ikastola con siete alumnos. Tres años más tarde, ya con 35 alumnos,
se trasladó a la plaza del Buen Pastor.
Cuando se organizaron las primeras ikastolas fuera de Donostia, el centro de Karmele
Esnal era uno de los pocos lugares en que las candidatas a andereño podían realizar prácticas de enseñanza en euskera. Esnal participó también como monitora en la organización de los primeros udalekus. A
finales de los 60 se integró en el Liceo Santo Tomas, donde
siguió trabajando hasta que se retiró en 1997.
Alguien
dijo alguna vez que la batalla de la identidad vasca la ganaron las ikastolas
del franquismo. Ciertamente, es difícil imaginar que quedaría hoy del euskera y
de la cultura vasca si no llega a ser por la labor de todos aquellos que, como
Karmele Esnal, hicieron posible lo que entonces parecía imposible.
Esta
semana nos ha traído la triste noticia de su fallecimiento. Agur eta ohore,
andereño Karmele.
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